Image by cats aint waterproof
Por fin ha llegado intenet a la nueva casa. Hacía días que tenía ganas de escribir sobre las mudanzas y dada la situación no me ha sido posible más que mi último fugaz post en un break de trabajo.
Mi relación con las mudanzas y los traslados es un tanto extrema, y sobre todo en los últimos años, las mudanzas me han marcado bastante. De niña no recuerdo apenas mudanzas, pese a que nos desplazamos de un lado a otro del país en dos ocasiones y dos más de casa hasta llegar a «la definitiva». Supongo que al ser pequeña (si, más aún) me escaqueé de todo lo que ello implica y no pude hacerme una idea, claro. Eso sí, perdí en una de las mudanzas a mi gran amor, un enorme oso panda del que me enamoré platónicamente cuando tenía dos años y era mucho mas grande que yo.
Pasó el tiempo y llegó el momento de irme de un lado a otro de España de nuevo, con el coche lleno y el corazón tembloroso. Por delante estaban los 8 años que viví en Sevilla, sintiendo dolor en el alma cada vez que me iba de Galicia para volver a una ciudad que nunca he llegado a hacer completamente mía. Como tenía el hogar familiar, me fui llevando cosas progresivamente y según necesitaba.
Llegó la separación de mis padres, su mudanza y el momento de incluso llevarme recuerdos familiares, apuntes, cuadros, figuras pintadas por las artistas de la familia, etc. Llegó dos años después el momento de separarme yo, empezando entonces mi relación «traumática» con las mudanzas. En el post anterior, me hizo sonreir la actitud de Shubhaa al comentar que para ella las mudanzas son liberadoras, para desprenderse de todo lo viejo. En mi caso, he tenido y aun tengo mucho por aprender para saber desprenderme.
Me encontré en el difícil momento de tener que abandonar mi hogar conyugal en 3 días. Y aquí entra en escena la parte emocional, la que tiñe de sabor dulce o amargo una mudanza. En este caso, mi mudanza sabía a fracaso, tristeza, recuerdos, nostalgia… y también liberación y necesidad de encuentro conmigo misma, por supuesto. No se qué hubiera hecho sin la Mujer Sonriente y su madre, que me ayudaron a empaquetar todo y a superar los momentos de bloqueo y tristeza. Recuerdo que me quedaba paralizada mirando mis cosas, en muchos casos sin saber qué guardar y qué tirar. Había tanto en aquella casa… Tenía zapatos incluso con más de 15 años, madre mia!
Hice la mudanza en 3 etapas, separadas por meses, hasta que llegó la definitiva y todo lo que allí quedó, ya no es mío. Volví a aquella casa que yo llené de hadas y sentí en aquel momento tan ajena… Y solo tuve ganas de salir de allí, dejando lo que tuviese que quedarse.
Pasé de vivir a mis anchas, a tener que ceñirme a 30 metros cuadrados de mi pequeña casita encantada, mi hogar de «soltera» durante un año y medio. Poco a poco tuve que aprender a tirar, a soltar, a vaciar la mochila. Sigo teniendo muchas cosas de las que no quiero desprenderme: regalos, hadas pintadas por mi madre, cosas que representan mucho para mí, libros de mis preferidos…. Pero es cierto que cada vez son menos cosas las imprescindibles. Busco adornar la casa con telas más que con cuadros, que tantos problemas me han dado para guardar y transportar; prefiero desplegar las fotos por la casa, perfumarla de incienso, poner una vela, y ya la siento mía. Lo decía hace unos días, me siento más yo cuanto más ligera camino. Siento atracción hacia esa idea, me encuentro en la búsqueda de lo esencial.
Mis dos últimas mudanzas han sido mucho menos traumáticas, teñidas de ilusión por el encuentro y la necesidad de un cambio. Cargué mi pequeño coche hasta extremos insospechados y me embarqué en una nueva etapa para mí. Curiosamente me siento más en mi sitio ahora, entre el Mediterráneo que me rodea, que tras 8 años en Sevilla. Quizá sea el mar, quizá simplemente que hay lugares más hechos para nosotros que otros, quizá las energías, quizá el compañero de viaje, o una mezcla de todo, quien lo sabe! Hace dos semanas nos acompañó alguien muy especial, que perfumó la casa para cuando yo entré en ella y compartió con nosotros momentos intensos e inolvidables, como la primera comida en la casa (chinooo!). Gracias siempre KATREyuk.
Me sigue agobiando mudarme y ver que tengo muchas cosas, cajas de zapatos con recuerdos, adornos, ropa que quiero ponerme y no lo hago… Sin embargo, esta última mudanza ha sido compartida y disfrutada. Es una nueva casa, más espacio, más calor de hogar, más lugar para las visitas. Más nuestra, sin duda.
¡Cómo cambia la vida, cómo pasa lo malo y cómo pasa lo bueno, claro que si! Vamos poniendo tiritas, cinta adhesiva en nuestras vidas y nos vamos recomponiendo.
«…Es la historia de mi vida
Una huida hacia delante
Y si pierdo la cabeza
¿Quién me va decir que paré?
Tienen prisa por hacer que me calle
Pero yo canto lo que quiero y lo que siento
Canto lo que me sale
Igual que mi corazon late
O igual me caigo por un precipicio
Pero yo soy la que decido
Cuando salto y con quien me rio
Y si lloro yo decido
A quien le muestro mis lagrimas
Una princesa dormida
En un castillo vacio
Al despertar se dio cuenta
Que estaba fuera de sitio
En medio de la ciudad
Anda arrastrando su traje
Las joyas de su corona
No sirven para este viaje…»