Ya lo decía mi madre, yo soy pajarillo volador. Desde la cuna, la vida me fue llevando por varios caminos. Nací en el Mediterráneo, me dejé inspirar con el sabor del sur, terminé de «hacerme» en mis tierras galegas, volví al sur para dorarme y ahora me dejo mecer por el mismo mediterráneo que me vio nacer. ¿No vivimos acaso en espirales?
Hace un mes comencé una gran aventura laboral que parece a la medida para mi alma viajera. Llegó en un momento en que quizá estaba un poco baja de defensas y como un torbellino ha revolucionado mi vida. Adios a las rutinas establecidas, mi gimnasio, mi trabajo metódico y previsible. Hola a la flexibilidad. 🙂
Viajaré mucho a partir de ahora y el ritmo por el momento parece desenfrenado. Cuando estoy en tierra falta el tiempo para organizar los viajes y el trabajo que hacer en destino. Cuando estoy viajando falta el tiempo para dejar todas las tareas listas antes de volver a tierra. Es una pescadilla que se muerde la cola. Pero me gusta…
Durante este año no trabajaré sola, sino en equipo. Viajar con alguien es compartir casi las 24 horas. Hasta ahora estaba acostumbrada a trabajar sola, a mi aire, e incluso me gustaba más hacer y deshacer a mi manera. Trabajar sola requiere un trabajo distinto, hacia uno mismo, pero no hacia los demás. Respeto, espacio, tolerancia.
Llega el momento entonces de enfrentarse a nosotros mismos en otra realidad. Se antojan nuevos retos entonces: establecer límites, defender opiniones desde el respeto sin caer en absolutos, aceptar que no siempre podemos gustar a todo el mundo y que tenemos defectos, separar el trabajo del terreno personal.
En este año también aprenderé a lidiar con el estrés, a sacar aun más fuerzas en los días más grises (supervivencia). Los mapas no tendrán misterios después de tantas horas frente a ellos, seré una maestra calculando distancias de carretera (los viajes son en coche).
Cada nuevo destino será un descubrimiento.
La comunicación y el encuentro serán la sal de cada día.
Y entre mis zapatos, mil historias por compartir… Aquí. 🙂
«…All that noise, and all that sound,
All those places I got found.
And birds go flying at the speed of sound,
to show you how it all began.
Birds came flying from the underground,
if you could see it then you’d understand?…»
PS: Tenía muchas muchas ganas de escribiros! Pronto las historias del viaje… 😉
Namasté.
Esta canción de Nubla me vino a la mente cuando estos días iba pensando como transmitir lo que pasa por mi vida… Ahora mismo solo me falta el perro, pero la maleta ya está lista.
A principios de mes comencé un nuevo camino laboral que se acerca mucho más a mis pretensiones y me dará la oportunidad de volver a encontrarme a mi misma por los caminos del mundo. Viajaré mucho, más que nunca hasta ahora, y mañana mismo comienzo las primeras dos semanas de muchas que vendrán.
Tengo nervios por enfrentarme a nuevos retos y recorrer literalmente las carreteras de Europa. Inquietud por saber si «me encontraré» o me perderé. Ilusión por dar alimento a una parte de mi que estaba relajada. Las defensas aún recuperándose de mis anginas y de tantos cambios. La maleta bien apretadita, con los trajes y las camisetas, la plancha, dos libros y muchas ganas de contemplar los paisajes que envolverán mis trotes europeos.
Espero poder sacar ratitos para escribir, pero desconozco el ritmo de trabajo y el margen de tiempo del que dispondré, por eso os dejo la llave en el felpudo por si no llego a tiempo de tomar el te con vosotros por las tardes. Hay galletas y magdalenas de manzana en la caja de metal de la cocina. Estáis en vuestra casa. 😉
Namasté.
Post-Data: Espero traer fotos e historias para compartir como en los viejos tiempos del blog… 🙂
Esto me consta cuando mi cuerpo me obliga a permanecer 48 horas en la cama sudando como un pollo y hecha un trapito. Mis anginas están inflamadas, quizá porque se me acumulan sentimientos que no puedo comunicar, o quizá simplemente a causa de un virus caprichoso. Quien sabe!
Como siempre, estas cosas suceden en el momento menos adecuado, y yo que nunca estoy enferma, me quedo perpleja ante el monólogo de mi cuerpo. Me convierto en vegetal hasta que la fiebre remite, y ea! Si hay que descansar, lo haremos. Me cuesta tragar, ¿será que tengo algo atascado en la garganta? ¿Sentimientos? ¿Miedos? ¿Será un hobby esto de buscarle explicación y conexión a todo lo que me sucede?
Llevo ya bastantes horas vegetando y no encuentro respuestas. Será mejor darle a mi cuerpo la victoria por hoy, a ver si con la subida de ego se digna a devolverme mi buena salud.
Había una vez una niña que no se sabía querer bien. No recordaba si era porque no la habían enseñado o por otro motivo. Sentía que no encajaba, que la iban a rechazar o a mirar con desprecio. Era una cosa tan de dentro que ella no la podía explicar. Insegura, temerosa sobre las opiniones ajenas.
Desde pequeña fue una niña alegre y cascabelera. Sus ojitos de miel estaban a veces vagos y desorientados y por eso llevaba sus gafas y a veces un parche para hacer trabajar al ojo izquierdo, más fantasioso y con tendencia a evadirse. Todos sabemos que a veces los otros niños no son buenos con los «bichos raros». Se rieron de ella en el colegio, por supuesto, no iban a dejar pasar suculenta oportunidad. Ella seguía siendo alegre, jugaba a los teatros con sus amigos y construía sueños en una cabaña del bosque.
Las mofas se mezclaron con una pubertad temprana, complejos por kilos de más, y los posos de la inseguridad se asentaron para siempre en el alma de esta niña. Hay cosas que no se olvidan y vosotros sabréis también que lo vivido en la infancia nos acompaña siempre, verdad?
Poco a poco, la niña fue utilizando los posos de miedo e inseguridad para elaborar una coraza. Las lágrimas secas y la desazón la ayudaron a fortalecerla. Pasados los años se daría cuenta de que esa coraza la mostraba como una persona muy segura de sí misma y con el control de la situación, ¡qué ironía! Ella! Que se sentía taaaan minúscula…
Nuestra niña era una trabajadora constante y no dejó de luchar, dando lo mejor de sí en el colegio, en el instituto y cuando estudió su carrera. Siempre sentía incertidumbre al integrarse en nuevas clases. Con el tiempo comenzó a establecer una dinámica de comportamiento por la cual solía «observar el terrritorio» cuando interactuaba con nuevos grupos de gente. Una vez se sentía cómoda, podría ser ella misma, pero en las primeras distancias no podía quitarse los posos del juicio ajeno. A ella le daba rabia no sentir que fluía la naturalidad desde el comienzo, sin embargo, no podía evitarlo y aceptaba esta forma de ser.
Un buen día, leyendo una revista trivial, encontró un artículo en ella con un contenido para nada frívolo. Una detallada descripción de las señales de una mala autoestima la hicieron reflexionar sobre sí misma y la manera de relacionarse consigo misma. Ese fue el comienzo de un camino que posiblemente no terminará nunca para ella. Una chispa.
Comenzó por presionarse y exigirse menos, aceptar poco a poco que ella «era así» e intentar valorar sus cosas positivas, en lugar de señalar constantemente sus defectos y machacarse. Empezó simplemente a respetarse, para caminar hacia el amor propio.
El trabajo se desarrollaría a fuego lento, como todo eso que nos cuesta esfuerzo y tanto valoramos al alcanzarlo (aunque sea en «porciones»). Como decíamos antes, es un camino que aún ella sigue recorriendo, a veces más rápido, a veces más despacio, otras veces parándose en silencio para «hacerse bola». Descalza o con botas de montaña, sabe que cuanto más avance en ese camino, más ligera se sentirá.
Otro de sus descubrimientos, otra chispa, fue darse cuenta de la mayor de las verdades: estamos solos. Nacemos y morimos solos. Nuestros compañeros, familiares y amigos son acompañantes durante el camino, por más o menos tiempo. Por poco romántica que sea este idea, a nuestra niña le impulsó a valorar esas compañías y regalos de la vida. Se enfrentó al mayor regalo que recibimos, aquel que tememos aceptar por la valentía que implica: la libertad y responsabilidad personal.
Disfrutar de sí misma, hacer cosas por y para ella, tomaron otro sentido entonces. Seguía lidiando con la melancolía y la desazón de su romanticismo, conservando la razón de su realidad. Comenzaba a forjar el adulto que cuidaría de la niña.
La niña seguía su vida, se conocía mejor, y en este vivir se fue olvidando de los juicios ajenos. Por supuesto que se sentía inquieta al entrar en contacto con nuevos grupos de trabajo o compañeros, pero el disfrutar de sí misma, alimentándose con experiencias, primaba sobre la preocupación o la inquietud de las opiniones de los demás.
De este modo, sin importarle tanto encajar en un sitio, recibía las muestras de simpatía de las otras personas. Este afecto no buscado la reconfortaba. Simplemente siendo ella, recibía, sin necesidad de demostrar nada. No era más que nadie; tampoco menos.
Y así fue como la niña continuó su camino. Cuanto más se dirigía hacia sí mísma, más naturalidad la acompañaba. Sentía que cada mañana iba al colegio de la vida con la mochila más descargada. Brincaba ligera y cantaba (si lo hacía bien o mal, cada vez le importaba menos…).
Y colorín colorado, nadie dijo que esta historia se ha terminado… Estonosepara…. estonosepara….
«….No me digas, no me digas que hoy te has fijao
Después de las noches que he pasado a tu lado
No me digas que hoy me ves especial “sobrenatural”
Soy del montón y no estoy de rebajas…»
Nuevos horizontes de sensaciones se tienden ante nosotros
cuando vivimos la vida sin zapatos…
«…déjame sólo conmigo,
con el íntimo enemigo que malvive de pensión en mi corazón,
el receloso, el fugitivo, el más oscuro de los dos,
el pariente pobre de la duda.
El que nunca se desnuda si no me desnudo yo,
el caprichoso, el orgulloso,
el otro el cómplice traidor.
A ti te estoy hablando, a ti, que nunca sigues mis consejos,
a ti te estoy gritando, a ti, que estás metido en mi pellejo,
a ti que estás llorando ahí, al otro lado del espejo,
a ti que no te debo, más que el empujón de anoche
que me llevó a escribir esta canción…»
Cuando las lineas del auto-descubrimiento confluyen,
yo desaparezco en ti para escucharte.
Me convierto en un espejo y reflejo tu mejor versión.
Miras tus manos y comienzas a darte cuenta, a ser consciente del poder de la acción y la voluntad.
Espirales se revuelven en tu interior,
entre la sorpresa y la maravilla de descubrirte.
Eres capaz de tornar las espirales negativas… «No puedo hacerlo…»
Alimentamos la motivación. Observamos nuestro mapa.
Elegimos el destino. Trazamos la mejor ruta y ritmo para nosotros.
Comenzamos a caminar hacia nosotros mismos, dejando caer muchas cosas de la mochila que ya no vamos a necesitar.
Cada vez más ligeros nos sentimos mejor.
Más vivos, más felices, más equilibrados.
Más nosotros mismos. Más libres.
Por y para ti, coaching just happens!
Y todo cambia cuando descubres las llaves de tu vida en el bolsillo.
Espero que esta noche me canten mi canción favorita!! 🙂
PS: Vivo sin vivir en mí en los últimos días, entre la vislumbre de nuevas posibilidades, mucho trabajo, cocina sana y ejercicio físico, con ganas de contar y palabras atragantadas.
Ganas de cantar, de soñar, de apartarme del mundo, de tocar tierra, de sentir mis raices, de encontrar(me) mas…. Sintiendo como el tiempo hace cosquillas escurriéndose veloz entre mis dedos.
Vivo alcoholizada en este cóctel que es mi vida.
Agitado, pero no removido. 😉
Pequeña reflexión de la vida diaria.
Image by lindeej
Salgo del trabajo y voy conduciendo a casa.
Cuando estoy en la rotonda de salida el tráfico es intenso.
La rotonda tiene dos carriles y cuando yo entro viene un coche que quiere salir.
¿Cuál es la reacción de la otra conductora aparte de frenar?
AGRESIVIDAD. Malos gestos y palabras del tipo «mira lo que haces».
El fallo puede ser de las dos, quizá más de ella por no señalizar que salía de la rotonda.
Tras su reacción despierta en mí lo mismo: rabia y agresividad.
Esto me lleva a pensar (conducir media hora invita a pensar y cantar), que cuando se trata de reacciones rápidas e instintivas, solemos reaccionar respondiendo con la misma moneda.
¿me habría enfadado yo si ella me hiciese un gesto menos agresivo?
Probablemente no. ¿Le habría alegrado a ella que yo le hiciese un gesto gracioso de perdón?
Pues no lo se, según el caracter de la susodicha. Cuando sonríes a alguien, es muy muy raro que no te devuelvan la sonrisa.
¿Por qué no probar a pagar con esta moneda con más frecuencia?
¿Por qué parece que vamos permanentemente a lo nuestro, con nuestra burbuja a cuestas? Somos personas. Los demás también. A veces nos olvidamos.
Un poquito de amor y comprensión nunca está de más.
resfriado.
(Del part. de resfriar).
1. m. Destemple general del cuerpo, ocasionado por interrumpirse la transpiración.
2. m. Enfriamiento, catarro.
Image by mumbojumbo89
Resfriado Emocional.
1. Destemple general del alma, ocasionado por la sobre exposición de las emociones al exterior y la ausencia de entendimiento.
2. Enfriamiento de los sentimientos causado por circunstancias inesperadas para las que no se han tomado precauciones.
Es habitual en un resfriado emocional el frío interior, la desazón, la apatía, el aturdimiento y la sensibilidad lagrimal. Forma parte, entre otros, de los procesos de duelo y desamor.
Para paliar los efectos del resfriado E, se aconseja descanso, cariño, espacio y tiempo. Los rayos del sol son beneficiosos, así como las infusiones de comprensión, el incienso, los buenos libros y las mantas polares de sofá.
La recuperación es frecuentemente lenta, cuidando de no exponerse a emociones dañinas o sensiblemente intensas, conocidas como absorve-energía. Por el contrario, las emociones positivas, serenas y pausadas son vitaminas para el resfriado E.
Vinieron a mi mente las ganas de escribir sobre lo que sigue ayer, cuando volvía al trabajo después del gimnasio. Había ido por primera vez a una clase de Body Combat, que combina movimientos de artes marciales y boxeo con la música. La sensación fue similar a la de mi primera clase de Spinning, pero el Combat es mucho mas duro, cardio e intenso. También la clase dura más, 50 min.
Cuando volvía en coche me sentía bien por haber aguantado, aunque estaba roja como un tomate y esperando unas agujetas de órdago (que al final no han sido tantas…). Me empecé a plantear que quizá yo también pueda ser deportista y estar en buena forma.
¿Os acordáis cuando hablaba de las etiquetas? A veces nos tachamos de algo que nos hemos sentido desde niños… ¡y se nos olvida despegar la etiqueta cuando ya no lo somos! Yo siempre me he sentido torpe en cuanto al ejercicio físico. Incluso bailando, que me gusta y me sale de dentro, soy demasiado mandona y no cualquier pareja sabe dirigirme bailando salsa, por ejemplo. (Soy indomable! jaja…)
Desde niña tengo complejo de inferioridad con los demás, aunque cada vez me siento más cerca de superarlos. Me valoro y me quiero, a veces incluso me observo con orgullo por algunas cosas que hago. Pero cuando bajan todas mis defensas siento más de cerca ese sentimiento que creo estará en mis posos para siempre. Es sorprendente cuánto nos marca la niñez, ¿verdad? Yo me sentí infravalorada tanto en el colegio como en el instituto; incluso en la universidad iba por mi cuenta. No soy de pandillas porque nunca me he sentido libre para ser yo a las primeras de cambio. Soy de amigos cercanos, a los que soy leal y con los que suelo mantener relaciones unidireccionales.
Con el tiempo fui descubriendo que a menudo proyecto una imagen con la que no me asocio completamente. Tenemos muchas facetas, claro que si. Quien me ve de mujer de negocios no me imagina hippy en los fines de semana o los tatuajes que puedo tener. Vemos solo lo que se proyecta. Y yo para defenderme del mundo que me hacía daño, proyectaba fortaleza, algo de frialdad y cautela. No puedo evitarlo. Las bromas y las risas llegan cuando me siento tranquila…
No me pierdo, retomo el tema. Cuando me vi en esa clase, donde todos sabían la coreografía y daban patadas en el aire, sentí el miedo a la clase de gimnasia del colegio, y sentí que daba un paso para no sentirme inferior a ellas. Miré menos mis defectos y observé más que era capaz de aguantar el ritmo. Yo también di muchas patas y puñetazos, ganchos de derecha y de izquierda. Pensé «no pienso volver» durante la clase, y sentí deseos de superarme la próxima semana al terminar.
Ya me da igual que me miren desnuda en el vestuario. Soy como soy, y es a mi a quien tengo que rendir cuentas. Ni más ni menos. Tras 3 meses de entrenamiento, estoy feliz de sentirme capaz de aguantar una clase de spinning, combat o yoga. Siento como mi cuerpo cada vez es más flexible, y cuanto más sano lo siento, también lo siento más mío.
Cuanto más me cuido, más ganas tengo de hacerlo.
Porque es un regalo de mí para mí. No un sacrificio.
PS: Podría contar mucho más pero no quiero extenderme demasiado (¡Que os aburro!). Quizá no transmita lo que quería: la capacidad de superarnos a nosotros mismos cada día, con cada pequeña cosa. Tenemos límites, sí, pero a veces desconocemos donde se encuentra y de lo que podemos ser capaces. Descubriéndonos mientras los miedos se desploman y las etiquetas se despegan.