Juego con las palabras para referirme a mi Proceso, aquel que mencioné meses atrás. Tenía ganas de plantarme a analizarlo, a dividir en fases todos estos meses. Al fin y al cabo este es «mi diario» y siempre ayuda tener reflejo de tus sentimientos cuando pasa el tiempo. De hecho yo misma me sorprendo del tiempo que he podido estar mal dentro de mí al leer la melancolía de posts pasados. Es lo que tiene quedarse con lo bueno, que a veces te olvidas del sufrimiento, que enseña tanto…
Mi Proceso se puede dividir en:
– Fase 1: ¿Por qué no?. Otoño 2007. Al volver de Australia el pasado año, quizá por el hecho de cumplir el sueño de mi vida, comencé a preguntarme ¿porque no? a determinadas cosas: trabajo, insatisfacciones personales o asuntos más triviales. Algo empezó a bullir en mi. En el otoño, escribía poco, hice varios viajes de trabajo; cambié de rubia a morena, me enamoré de París, tuve complejos e intensos problemas familiares, y la desazón, el cambio que quería producirse dentro de mi, comenzó a tener presencia en mi mente. Este podría ser el momento de entrar en la crisálida.
– Fase 2: Dualidad. Invierno 2008. Comenzando el año, entorno a mi cumpleaños, empecé a descubrir mi dualidad, las partes de mi que había anulado durante tiempo. Lo más llamativo es que aunque en el fondo siempre había sabido que estaban ahí, ahora comenzaba a aceptarlas. Mi yo rubio, mi yo moreno, mi blanco y mi negro, mi luz y mi oscuridad. Esta dualidad quedó plasmada en mi tatuaje precioso, que siempre había querido hacerme y por fin se materializaba. Este sería el momento de envolverme en la crisálida.
– Fase 3: Descubrimiento. Primavera 2008. La diferencia entre el descubrimiento y el aprendizaje es que cuando aprendes algo, puedes olvidarlo, pues el conocimiento proviene de una fuente externa. Cuando descubres, ya no puedes mirar hacia otro lado, ni puedes olvidar, porque lo estás experimentando en tus propias carnes. Interiorizando, dando vueltas dentro de mi crisálida descubrí muchas cosas, se quitó una venda de mis ojos, y aunque permanecí cegada por esa luz repentina, aunque quise mirar hacia otro lado, ya no podía. No estaba bien y no recibía el apoyo que necesitaba; no tenía energía para dar, ya no podía proteger y era sustituida en esa función, como quien cambia de zapatos. Es duro darte cuenta que estás enganchada a cuidar, y sin preguntar ya te entregas a proteger, a «tirar del carro». Luego es muy dificil explicar que ya no quieres hacerlo, que te hace daño.
Bien por sentirme necesaria, por desarrollar una faceta materna, había cuidado durante tanto tiempo que me había quedado sin nada para mi.
Este sería el momento de sentirme asfixiada dentro de la crisálida, comienzo a revolverme dentro de ella…
– Fase 4: Ruptura. Mayo 2008. Una vez descubierto, una vez rodeada de luz, ya no podía vendarme los ojos de nuevo. Y aunque extrañaba los momentos en los que no había tanta confusión a mi alrededor, en los que todo era más «fácil» en mi nido, levanté el vuelo hacia donde soplan los vientos, llueve o hace sol, hay vistas maravillosas y solo yo decido el rumbo. Atrás quedaron muchas cosas, pero la euforia del nuevo comienzo genera nuevas fuerzas, ganas e ilusión, matizadas solo de vez en cuando con la melancolía.
Este sería el momento de descubrir mis alas, mi valor y dejar atrás mi crisálida.
– Fase 5. Reconstrucción. Junio 2008. Para poder afrontar mi nueva vida, pausé las brumas, recibiendo todo vuestro apoyo en aquel momento (gracias), recibiendo el cariño de las pocas pero grandes personas que me rodean, y a pesar de vivir lejos de mi familia, todo fue bien, con sus altos y bajos, claro. En esta fase podría estar la negación, el no querer pensar en lo que dejaba atrás. Sería el momento de volar de un lado al otro, organizando mi vida.
– Fase 6: Duelo. Momento actual. Tras la reorganización, el asentamiento, llega el cansancio. Leía en el Psichologies de este mes que una fase de la ruptura se caracteriza por el cansancio físico, el abatimiento, la desgana, y es muy muy similar a la depresión. Es curioso como, sean como sean los divorcios, las rupturas siempre se parecen y siguen este esquema. Así me encuentro, físicamente sin energías, sola, con mucho sueño y cansancio, equilibrando… 😉
En todo este tiempo he descubierto muchas cosas de mi, en las que trabajar, o las que aceptar. No es la ruptura de una pareja, es la ruptura con una parte de ti, con unas costumbres, con un pequeño universo.
Me falta un camino enorme por andar, pero sigo, y eso me enorgullece, por supuesto. Aunque parezco todopoderosa desde el exterior (al menos en la vida real), mi trabajito me cuesta mantener la actitud con la que creo se debe afrontar la vida, aceptar y afrontar la soledad con la que convivimos, compartamos o no nuestra vida con otras personas; ser autodependiente es harto difícil.
No soporto el victimismo, quizá por el trato que he tenido con él en estos meses (tan vinculado al chantaje, a la manipulación), y al comentarlo ayer con mi «consejera-terapeuta», me decia con su dulce acento argentino:
«No tolerás en los demás lo que a vos no te permitís»
Es cierto, da mucho que pensar, ¿verdad? Y con esa reflexión dejo este post tan necesario para mi, poniendo punto y aparte.
Namasté…






