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Día del Libro – Cuentame un cuento…

Hoy es un día precioso, el Día del Libro, homenaje a las hermosas letras que revolotean a nuestro alrededor y nos llenan de sensaciones, llevándonos volando a lugares increibles, dándonos la oportunidad de vivir otras vidas, de sentir amores eternos, de correr aventuras inimaginables…

Y en homenaje a nuestras letras, os propongo un juego a compartir entre todos. Sois muchos los que estáis al otro lado sin ganas de participar y os animo a hacerlo esta vez, aunque sea bajo el seudónimo «Nadie», «Alguien» o lo que os apetezca…

Comenzaré una historia, una situación, y quien quiera puede continuarla, y a esa persona la seguirá otra, y a esa otra, una más…. y así haremos una cadena hasta elaborar la historia completa. ¿Qué os parece? Comenzamos….

«Caía la tarde mientras ella permanecía sentada en el parque. Cada persona, cada retazo de vida, desfilaba ante sus ojos impávidos, sumergidos en un denso vacío. Las risas de los niños, las pisadas de los paseantes, el canto de una fuente en el parque, no eran más que ecos en el silencio…

«

20 respuestas a «Día del Libro – Cuentame un cuento…»

Su mente viajaba al pasado, cuando su vida todavía estaba completa. Sin embargo, la noticia que recibió horas antes abrió en ella un agujero de tristeza y angustia…

Eloisa, era alegre, sus ojos violetas, se volvían de un azul celeste, cuando la incidencia del sol, apenas los rozaban, pero ese día titubeaban, cuando sentada en áquel, banco, de cualquier parque, con mirada hueca, intentaba encajar la noticia, llegada en forma de letra.
¿Sería ese su destino? ¿Era esa su mandala, a que ley kármica debía enfrentarse?
Tan sólo era una mujer, cualquiera -pensó- mientras seguía absorta leyendo su carta…

…de la cual recordaba cada traza, cada punto, cada coma, cada letra..pero una frase se había quedado grabada en fuego en su mente y en su alma: No huyas de tu destino, no puedes rechazar tu destino, tu destino de sangre.

Y bien sabía Eloisa, que su destino de sangre no le auguraba nada bueno.
Sus padres y su hermano habían muerto hacia unos pocos meses por una extraña enfermedad en la sangre, a la cual los medicos todavía no le encontraban ninguna una explicación y en consecuencia, ninguna forma de tratarla.
Pero al mismo tiempo Eloisa pensaba en el viaje… El viaje que había esperado tanto tiempo por hacer.
Si su muerte era inevitable – se preguntó – por qué habría de posponer algo que siempre la ilusionó tanto.
Ese mismo día hizo las valijas, sabía que su destino, se dividía en dos.

Al día siguiente despertó sintiendo el calido sol en su rostro, sus rayos se abrían paso entre las cortinas de su habitación, mecidas por la brisa de la mañana. Podía oír perfectamente como danzaban las ramas de un roble cercano, su querido roble, bajo el cual solía disfrutar de sus momentos de lectura.

Eloisa sonrió, era el momento de partir, de iniciar su camino hacia una nueva vida…

En pocas horas estaría de camino a ese misterioso y alejado país, tan apartado del mundo que aun conservaba la esencia original de la naturaleza.

La emoción la embargaba… sentía la caricia de cada uno de los granos de arena de su reloj del tiempo, y aquello no le generaba ansiedad o tristeza, era una liberación lo que había de producirse y hacia allí caminaba… Hacia su reafirmación, hacia sus deseos.

El aroma de la estación de tren sería el primer peldaño…. Dulce chirriar de los vagones y las vías, le recordaba a los tiempos en que le esperaba a Él, con sus ojos de agua destellando en la ventanilla del vagón. Habían transcurrido los años y todavía se estremecía al recordar el tacto de sus caricias… ahora tan lejanas…. y a la vez tan cercanas…

Él la esperará, comprende su destino y sabe que no hay distancias cuando dos corazones laten juntos…..

Subió al tren, con destino a Barcelona, donde cogería el vuelo más largo de su vida solo por reencontrarse con el desierto más bello y puro… con sus raíces de vidas pasadas…

Sentía que solo sus vidas pasadas podían darle el sentido que en ésta vida necesitaba.
Si bien sus ojos estaban teñidos de una tristeza profunda, Eloisa sonrió al recordar la frase de Chaplin: «la vida no tiene sentido, hay que darselo».
Volvio a pensar en aquel hombre que la acariciaba cuando se sentía sola cuando se sentía nadie. Y se preguntó en que lugar del mundo estaría ahora…

Hay vidas que pudieran resumirse en un solo momento, hay momentos que encierran las vivencias de una vida entera. Ese camino rumbo a Barcelona, removio recuerdos pasados, miedos antiguos, viejas heridas .
Empezar de nuevo… darle ala vida o alo que quede de ella otra oportunidad, aunque para eso hay que dejar atras demasiadas cosas, pero…
¿Quien dijo miedo?

y llegó el momento, el final de un principio. Bajar del tren, sentir la vida en forma de suave lluvia en el rostro y mirar al cielo, y dejar que esa vida empape cada poro de la piel.
Ya no hay vuelta atrás, solo un mundo por delante, esperando su descubrimiento.

No fue fácil el primer paso, pero se sentía completa a cada segundo… Con esa satisfacción que produce estar haciendo lo correcto para uno mismo.

Durmió en un hostal esa noche, sola, segura, mirando al techo hasta dormirse, soñando con jugar con la arena entre sus manos. Al día siguiente, comenzó su larga jornada, muchas horas de vuelo, sus ahorros de meses… y una sonrisa en el alma.

24 horas después de subirse a aquel inmenso avión pisaba tierras australianas y la brisa del desierto acariciaba su rostro al caer la tarde. Ese aroma, tan familiar, ese color rojizo de la arena a su alrededor… Esa satisfacción, esa sonrisa, esa aventura que estaba por comenzar….

…y solo ella se atrevería a recorrer cada km de esas tierras, tan recordadas y soñadas. Por su interior viajaba una paz espiritual q nunca antes había sentido. Estaba mirando a su alrededor como si fuese un sueño del que ella era la protagonista. Tanto tiempo esperando ese momento, ese reencuentro, con todo y con ella misma. No era tarde, era el momento adecuado, a partir del que se sentiría libre para siempre, porque hay cosas que son para siempre, que nunca terminan, siempre perdurarán allí, en el mundo de los sentimientos, del alma, de nuestra alma o de los que se nos cruzan en nuestro camino.

¡Roberto!
La noche anterior fue imposible conciliar el sueño, decenas de imágenes acudían a su mente al recordar aquellos años junto al amor de su vida. Los viajes en jeep por los valles circundantes de la ciudad de Adelaide, lo que disfrutaban con el windsurf, sobre todo ella, que siempre había sido tan inquieta, atrevida y decidida, los besos esquinados, bajo la luz de farolas sorprendidas…

Por la mañana se miró en el espejo, la incipiente alopecia lo acomplejaba, se repetía una y otra vez que eso no era importante, que los años no pasan en balde.
Salió con premura, con un zis zas en el estómago, con un brillo especial en su aura, con ganas de saltar y gritarle al mundo, que allí estaba de nuevo ella, con toda la vida por delante, para rendirse juntos al tiempo y para crear un universo compartido.
Ahora, si, ya estaban frente a frente…

…sus miradas convergían en un punto infinito, trasladados en el tiempo, ajenos a todo movimiento, embargados por los olores del desierto; sintiéndose dos en uno…

…y no era él… ni era ella…. Era la confluencia del momento… era la pieza del puzzle encajada, era el instante tallado en el universo, era la pausa del entorno, el destino del silencio… Ese Momento.

Sin palabras, sin necesidad de explicaciones, mientras la arena correteaba por el desierto y el sol caía sigiloso, el abrazo encontraba su verdadera esencia y el Ahora caminaba rotundo, acallando los miedos, temores e inquetudes. Ese Momento.

Ese momento que toda persona espera, el momento de encontrarse con su propia esencia, consigo mismo. Allí estaban los dos, dos en uno, cada uno en su primera y originaria esencia.
El mundo podría haber desaparecido en aquel instante y nada ni nadie podría haber cambiado lo que estaban viviendo, el encuentro de sus manos, el reconocimiento de sus cuerpos, el reencuentro con sus almas.

¿El Mundo?, se preguntaron ambos en silencio – ¿cuál de ellos? -. ¿El Mundo que supone el devenir de las existencias físicas?…. o ¿aquel en el que fuimos engendrados al unísono, emanando de la mano del mismo Padre Sol Cósmico?… ¿cuál de los Infinitos Mundos nos pertenece en este Momento? ¿A cuál pertenecemos?… será acaso un nuevo existir, propio, común, irrepetible, transgresor e implacable… aquel que nos obliga kármikamente a repetir los mismos errores, los mismos placeres, las mismas recurrencias?… aquel Mundo entre la infinidad de Mundos Paralelos que en ese Instante se podía condensar en uno solo?.

Se miraron en silencio, nada en el Universo hubiese podido truncar aquel Momento, infinito devenir de los tiempos y existencias. Unidos por las manos, ojos de esmeralda sumergidos en océanos de agua. Sonrisas leves, sutiles, como brotando de la genialidad de Leonardo.

Eloísa y Roberto se veían reflejados en la mirada del cómplice, del amigo del alma, del amor predestinado. Él nadaba en lo insondable de los ojos de agua de Eloísa, ella flotaba, etérea y sutil, entre reflejos esmeraldas, en la mirada de Roberto.

– Que se detenga el tiempo, musitó Eloísa.

Un leve pestañeo de su bien amado fue la aceptación tácita.

El círculo de Hierro se acababa de cerrar. Manos unidas, mirada fusionada, almas emanando un mismo color dorado e infinitamente envolvente.

– Aquello que durante tanto tiempo de distanciamiento físico nos hizo buscar lo innombrable está en nosotros ahora, Eloisa. Nada hay fuera de nuestras esencias en este Instante. Nos hemos re-ligado a la Armonía, somos hijos de la Verdad Suprema y a ella retornamos…

Sólo quedaba decidir en qué plano de la materia se gestaría el futuro de su coexistir. Las arenas del desierto esperaban, también los acantilados… y más allá, el Uluru….

…una esencia inabarcable ahuyentaba toda cohexistencia de momentos pasados… bastaron solo esas palabras para hacer que sus rostros no consiguiesen decir unas simples palabras… que sus cuerpos liberaban en la levedad de cada gesto… permaneciendo inmóviles el uno junto al otro… mirando en cada parte de ellos las señales de la Vida… de los momentos que marcaron un huella en la piel… en los ojos… en la mirada… nada existía en ese momento… excepto ellos dos… todo absolutamente se decía entre los cauces del silencio… como pequeñas corrientes de aire que se movían entre ellos… uno entrando en el otro… la complicidad… el amor… las caricias… las sonrisas… la calma… la paz… la tranquilidad… el mundo había desaparecido… para perderse entre las horas… hacer que se diluyesen entre el metal de los momentos…

-…cierra los ojos… confía en mi…

…ella no dudó ni un momento… y sintió una necesidad imperante de respirar profundamente… emanando en cada exhalación todo lo que sentía pero no podía explicar… si descubrir… ya que era ella la que podía detenerse y ver en todo lo que le rodeaba… como las palabras se esconden entre las arenas… en los olores… los colores… el viento… juntándose junto a ellos… coexistiendo en una única… que les hacía evocar toda la pureza que se descubre ante la espera…

…el la miraba… queriendo arroparla entre el calor de us brazos… sintiendo la delicadeza que se percibe en cada gota de lluvia… y la veía… deseando besarla… levantó suavemente entonces su mano… y cerró los ojos… con cada uno de sus dedos sintió la suavidad de la piel de su rostro… desde sus párpados hasta sus labios… paseándose por sus mejillas y los pómulos… pero fue en los labios donde su piel sintió el cálido aire de su ser… entramándose entre sus manos… posó entonces su mano en su mejilla… mientras con su pulgar rozaba ligeramente sus pómulos… mientras una lágrima se escurría ligeramente por los deseos de su piel… era un felicidad encerrada entre las arenas del desierto… que había permanecido allí a pesar del tiempo… alimentado a una suave flor… germinada por una semilla… y que ahora rozaba sus labios… fundiéndose entre la arena del desierto… plantando así el fruto del mañana… que permanecería siempre entre la tierra…

…ella sentía su cuerpo… esparcido entre cada lugar que había visitado… cerrando los ojos podía sentir su profunda espiritualidad… y no era su cuerpo el que sentía… sino la profunda unión de sus espíritus… que había estado en ambos durante tanto tiempo y ahora volvía a juntarse… allí donde el tiempo no importa… ni tampoco el lugar… ni las horas… los días… los años… solo la Vida… y el profundo deseo de vivirla… de ser aquello que siempre quisieron ser… para vivir eternamente juntos en aquel desierto… con una palabra que sería susurrada al viento por sus labios… permaneciendo para siempre entre la suave… eterna… rojiza y transparente arena del Uluru… la más bella flor entre las arenas del desierto…

Entonces Eloísa decidio morir en ese instante perfecto.

Dos lagrimas cayeron por sus mejillas, y Roberto le acaricio la cara para borrarle todos los males que vivía, para que se fuera en paz.

Eloísa le dijo un «gracias» entrecortado, casi suspirando. Le agarro la mano con fuerza, y acostada, junto a él, cerró los ojos.
Roberto no la miró porque sabía que se estaba yendo, y sabía que el viaje que Eloísa emprendería era solo de ella.

Asi que allí quedaron. Juntos. Ella y él con los ojos cerrados, ella muerta, él más vivo que nunca.
Los dos sonriendo en paz.

………………………………………………..
Me ha conmovido el final de nuestra historia.
BRAVO POR TODOS VOSOTROS.
Gracias por todo lo bonito que tenéis dentro y me regaláis cada día.

Haremos algo bonito con este relato… 😉

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