
Image by crvena69
Yo es que…
Soy impaciente.
Soy fría.
Soy comprensiva.
Soy egoísta.
Soy tonta.
Soy alegre.
Soy escuchadora.
Soy torpe.
¿Cuantas veces nos ponemos etiquetas?
¿Recordamos desde cuando las llevamos puestas?
¿Y por qué elegimos esa etiqueta en concreto?
¿La elegimos o la eligieron para nosotros?
Son preguntas para las que esta semana podríamos considerar una respuesta. Sucede que a veces crecemos con determinadas etiquetas, en mi caso, la «alegre» (que acaba sintiendo el deber de estar contenta), la comprensiva, la «fuerte» (que lo supera todo), la «luchadora»…
Seguro que en las etiquetas hay o hubo algo de verdad, pero ahí está el dilema… ¿todavía soy esa etiqueta? En este mundo de dualidad, ¿por qué encasillarme?
Con el tiempo algunas etiquetas pueden pesar. Si eres la fuerte, se presupone que podrás con todo y parece que tu lucha vale menos que la de una persona débil. Si eres la comprensiva, puede que un día acabes escuchando problemas que no te importan. Si eres la alegre, puede que un día te des cuenta que te sientes culpable cuando estás mal, generando una montaña rusa de sentimientos, que cuanto menos, marea.
Mírate al espejo, al corazón, trata de encontrar el lugar donde te has etiquetado, y despacito despega el auto-juicio que se adhiere a ti. En el contexto de la libertad personal, sin etiquetas, podrás ser más tú, como te apetezca, sintiéndote más ligero.
Y es que las pegatinas emocionales ya no están de moda…. 😛
Cuentame… ¿Y tus etiquetas? ¿Tienes?
Escuchando…








