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Biografía del Hambre

De nuevo tengo el placer de maravillarme con Amelie Nothomb.
Ya os la recomendé hablando del excelente «Metafísica de los Tubos», y en esta segunda parte de su biografía, la autora vuelve a encandilarme con esa escritura propia, única y personal, con descripciones serpenteantes y deliciosas, que te transportan a su pequeño universo de divinidad.

No puedo más que traeros algunos fragmentos exquisitos, guardándome algunos para más adelante.

«(…) Por hambre yo entiendo esa falta espantosa de todo el ser, ese vacío atenazador, esa aspiración no tanto a utópica plenitud como a simple realidad: allí donde no hay nada, imploro que exista algo.

El hambre es deseo. Es un deseo más amplio que el deseo. No es voluntad, que es una forma de fuerza. Tampoco es debilidad, ya que el hambre no conoce la pasividad. El hambriento es un ser que busca.
(…)Hay en el hambre una dinámica que prohibe aceptar el propio estado. Es un deseo que resulta intolerable.

(…)El hambre de verdad, que no es un capricho de carpanta, el hambre que despechuga y vacía el alma de su sustancia, es la escalera que conduce al amor. Los grandes enamorados fueron educados en la escuela del hambre.

Los seres que nacieron saciados -hay muchos- nunca conocerán esa angustia permanente, esa espera activa, esa febrilidad, esa miseria que despierta día y noche. El hombre se construye a partir de lo que ha conocido en el transcurso de los primeros meses de vida: si no ha experimentado el hambre, será uno de los raros elegidos, o de esos raros malditos que no edificarán su existencia entorno a la carencia.»

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El que posiblemente sea mi fragmento preferido:

«Jamás era el país en el que vivía. Era un país sin retorno. No me gustaba. Japón era mi país, el que yo había elegido, pero él no me había elegido a mí. Jamás me había designado: era súbdito del estado de jamás.

Los habitantes de jamás no tienen esperanza. El idioma que hablan es la nostalgia. Su moneda es el tiempo que transcurre: son incapaces de ahorrar y su vida se dilapida hacia un abismo llamado muerte y que es la capital de su país.
Los Jamasianos son grandes constructores de amores, de amistades, de escritura y otros desgarradores edificios que contienen su propia ruina, pero son incapaces de contruis una casa, una mirada, ni siquiera algo que se parezca a un hogar estable y habitable. Sin embargo, nada les parece tan digno de codicia como un montón de piedras convertidas en su domicilio. una fatalidad les oculta esa tierra prometida desde el preciso instante en el que cren tener la llave.

Los jamasianos no creen que la esistencia se un proceso de crecimiento, una acumulación de belleza, de sabiduría, de riqueza y de experiencia; desde el momento de nacer, saben que la vida es disminución, pérdida, desposesión, desmembramiento. Se les otorga un trono con el único objetivo de perderlo. Desde los tres años, los jamasianos saben lo que la gente de los otros países apentas saben a los sesenta y tres años.
De todo eso no habría que deducir que los habitantes de jamás son tristes. Al contratio: no existe un pueblo más alegre. Las más minúsculas migajas de gracia sumergen a a los jamasianos en un estado de embriaguez. Su propensión a reir, a disfrutar, a gozar y a maravillarse no tiene parangón en este planeta. La muerte les acecha con tanta fuerza que tienen por la vida un delirante apetito.

Su himno nacional es una marcha fúnebre, su marcha fúnebre es un himno a la alegría: es una rapsodia tan frenética que la simple lectura de la partitura hace estremecer. y, sin embargo, los jamasianos tocan todas sus notas.»

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Y por último, un trocito que me ha recordado a mi amigo Tronan, que visitará NYC el próximo año y por supuesto a Victor, autor de Diario de un Neoyorkino. Me encanta esta descripción:

«Nueva York, ciudad poblada por ascensores supersónicos que nunca me cansaba de probar, ciudad de borrascas tan fuertes que me convertía en una cometa entre los peinados de los rascacielos, ciudad de los excesos de uno mismo, de la búsqueda desmesurada de los propios excesos, de las profusiones interiores, ciudad que desplaza el corazón del pecho a la sien sobre la cual apuntaba permanenteente el revolver del placer: «Exulta o muérete» «

6 respuestas a «Biografía del Hambre»

lo referente alas personas hambrientas me ha echo llorar…y lllorar con ganas…
hoy ando flojilla bruma….
este libro debe ser una maravilla..
gracias gracias por compartirlo…lo buscaré…merece la na guardar todos estos fragmentos….

Los grandes enamorados fueron educados en la escuela del hambre
genial¡¡¡

… siempre acertada en tus comentarios. Hoy nos traes algo que, sin duda, nos va a hacer reflexionar sobre muchos aspectos de la vida. Me (nos) haces despertar desde tu sincero compartir.

Gracias, Brumita.

Apertas.

Un amigo ya me recomendó este libro. Lo tengo en mi gran pila de libros pendientes que me gustaría leer pero que no tengo tiempo.

Es muy acertado el decir que quien no ha sufrido carencias no es capaz de apreciar los pequeños placeres tanto como las personas que han padecido necesidad. La vida demasiado fácil no es vida. Al menos no es una vida plena.

La descripción de los jamasianos me ha recordado mucho a Cuba y a su gente…

Saludos…

Es un libro breve caminante, merece la pena leerlo. Lei Metafisica de los Tubos (el anterior) en una tarde de verano. Como me habían dicho: te lo bebes! 🙂

Anónimo, Fire, gracias a vosotros.

Un abrazo grande.

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