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Amanecer en el Camino

Posiblemente el amanecer más hermoso que he visto nunca, en mi tercera jornada de camino, la primera que comenzaba dentro de Galicia, en el encantador pueblo de O Cebreiro. Ese día comencé a caminar con la que se convirtió en mi «angel del camino», y paso a paso, nos fuimos conociendo, reflejando, y ya no nos separamos hasta Santiago!

La jornada anterior, la subida a O Cebreiro, fue realmente dura, sobre todo porque me equivoqué y subí la montaña que no era….! Si, como lo cuento. Tan emocionada estaba yo ese día que empecé a subir y subir y luego, cuando te entran dudas, te planteas el dar la vuelta. Un voluntarioso señor me dijo que iba mal y me mostró el camino, pero tras 5 kilómetros de más, fue desmoralizante, volver abajo y empezar a subir la montaña de enfrente…

Llegué a la subida de verdad, un camino de vacas, con rocas y piedras, que, durante 12 km, resulta agotador… Eso sí, la ruta era maravillosa. Había momentos de un silencio absoluto, solo con los cencerros de las vacas que se veían por las montañas lejanas. Era mágico.

Una vez entré en el pueblo, a 1200 metros de altura, todo un «momento nchi»: Desde una tienda de regalos sonaba esta canción… Y yo como una campeona, con mi mochila y mis dolores, terminaba mi segunda jornada, con montaña extra. 😉

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En mis ojos Mi Camino

Mi Camino

Hace ya más de un mes que regresé de mi camino. El porqué de comenzarlo, no lo se, era una necesidad: el Camino me llamaba.

Hay una espiritualidad en cada paso que das, tú solo, en ese camino que es como una Vida en pequeñito. Con el desamparo, la soledad, la independencia, la autonomía, el dolor, la alegría, la superación, lo esencial, las pequeñas cosas.

El camino es volver a ti mismo: levantarte temprano, andar durante horas, buscar cama, ducharse (oh, sagrada ducha!), comer, descansar, cenar, dormir temprano. Volver a empezar.
Y en ese ciclo te palpas, te conoces, aprendes a enfrentarte a ti mismo y a tu manera de vivir las cosas. Sufrí mucho, solo yo se cuanto, precisamente por esa manera de vivir las cosas tan subjetiva de cada uno. Hubo algún día en que lloré sola durante kilómetros con un horrible dolor en mi pie, pero no era por el dolor, ni por nada, solo lloraba… pero seguía caminando, con el pueblo destino a la vista, tan cerca y tan lejos, el sol castigando y la cuesta abajo machacando los pobres deditos gordos de mis pies (lo más perjudicado).

Encontré a un ángel de la guarda, y desde el tercer día caminamos juntas; luego se nos unió otro ángel, que vino a darnos fuerza a ambas. Los tres reímos y cantamos, encontramos nuestros momentos «pa’ dentro» y disfrutamos nuestros momentos «pa’ fuera».
Cuando yo iba más despacio, ella iba delante, y de vez en cuando se volvía y me hacía un gesto con sus palos para saber si estaba bien; yo levantaba el mío y sonreía, y ambas seguíamos, con algo de distancia, pero juntas.
Su generosidad nunca podré agradecerla suficientemente, me sentí protegida y cuidada cuando sólo me tenía a mi misma, y cada día elegíamos compartir el tramo del camino que estaba por delante.

Ahora que ha transcurrido ya un período de reflexión puedo decir que si, que el Camino me ha ayudado mucho. Muchísimo. Hay una serenidad que no puedo explicar dentro de mi, y no es mas que eso, calma interior. Me tomo las cosas de otra manera, me siento más comprensiva, doy importancia sólo a lo que tiene importancia para mi, digamos que estoy un poquito más en mi.

Llevo ya un tiempo queriendo contar en un post un poco sobre mi experiencia, postear las imágenes, etc. Pero eso me lleva mucho tiempo, tengo que condensar más la información… así que he optado por crear una categoría sobre el camino, y otra sobre mis imágenes, lo que ven mis ojos. De vez en cuando irán apareciendo los recuerdos de esos 9 días en los que caminé 200 km y me palpé tanto por dentro.

Hoy comienzo con la foto más simbólica, que siendo el 2 mi número favorito, justo es la 222. 🙂
Es mi sombra en el camino, soy Yo ante mi destino, ante mi Ahora.
Tanto y tan sólo eso.