Dejando volar en el viento los momentos dispares que me has regalado este mes de Septiembre. Una vuelta al cole como una sacudida, un despertador que suena y me impulsa a levantarme y prepararme para afrontar el día. Un estonosepara acelerado, girando en un tiovivo con la melodía que yo elijo, llegando unas veces a embriagarme y otras veces a saturarme. Girar, girar y girar… mientras que todo toda el sentido que encuentro entre mis pies envueltos de otoño. No es todo más que una percepción subjetiva teñida de los colores que tengo en mis ojos.
En ese tiovivo me siento amazona, subiendo y bajando, aferrando las riendas de mis decisiones, tomando velocidad hasta llegar a salir de ese círculo que dibuja mi trayectoria. Espirales, serpentinas, líneas rectas, subidas y bajadas. Mi tiovivo imaginario no tiene límites y me lleva hasta las nubes, allá donde quiero y puedo llegar. Dueña de mis riendas, con los pies en el suelo y las nubes en el pelo…
Este septiembre repleto me ha dejado arena en el cuerpo, ganas de más verano, encuentros muy esperados y disfrutados, naturalidad, Ohana, momentos tan simples como grandiosos, admiración por mujeres que se superan cada día incluso yo misma quizá. Septiembre se ha llevado esfuerzos, superaciones y luchas constantes. Me ha regalado viajes express, una tarde de domingo en París, un instante en taxi frente al Big Ben con la promesa de volver a verle pronto, un Madrid cotidiano con sabor a sandía y una nana de acuarios y pececillos cantando.
Septiembre se va por la puerta grande y yo sigo sintiéndome afortunada, intentando abarcar siempre más de lo que llego a hacer, pero consciente y sonriente, pedaleando hacia un Octubre intenso pero más sereno, con un otoño entrelazando hojas secas en mi pelo y guardando castañas en el bolsillo.