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Olivia en Noruega

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Señoras y señores, aquí tenéis a la cabra más al norte del mundo!
Olivia está honradísima de llevar esa insignia, de abrir camino a otras compatriotas que se atrevan a llegar tan lejos como ella. Cuando estábamos allí, las guías siempre decían: «y este es el X más al norte del mundo!» (Ej. los aseos! jajaja). Mientras ibamos llegando, Olivia no paraba de pegar brincos en mi bolso y decirme que ella era la cabra más al Norte. Y eso que dicen que las cabras han perdido un poco el norte, pero no, ella lo ha encontrado! A 71º N.

Olivia disfrutó mucho de este viaje. Sobre todo las carreras por la nieve, ¡cómo se nos hundían los pies! A mi hasta la rodilla muchas veces, llenándome de nieve el pantalon por dentro y de endorfinas el corazon. Imagináos donde quedaba Olivia, que es más pequeña que yo! Cuando fuimos a ver los fiordos, tuvimos un dia y medio de tiempo muy triste, la podréis ver en el autobus, mirando a fuera con ganas de hacer la cabra por las montañas! También hay fotos mirando por la ventana de los hoteles y el los lugares más representativos. Os dejo con ellas! 🙂

Como anécdota contaros que tuvimos un momento dramático en el viaje. Por una malentendido con la hora, tuve que salir pitando de uno de los hoteles y Olivia no entró en mi bolso a tiempo. Tras una hora de viaje, la iba a sacar a respirar y no estaba! Se me encogió el corazón, tenía angustia y pena por separarnos porque ya no iba a volver a aquel hotel y si podía recuperarla tendrían que enviármela a España. Divertido fue explicarle a mi guía la situación pero por cosas de la vida y buena fortuna, alguien de ese hotel iba a ir al siguiente destino y pude reencontrarla en Bergen, donde pasamos la última noche antes de volver. ¡Que alegria! 🙂 Tendremos más cuidado a partir de ahora, no tengo que olvidar que viajo con una cabra loca!

Y ahora sí os dejo con Olivia:
¡Feeeeeeliz fin de semana y vacaciones quien las empiece -¡como nosotras!-! Beeeeeeeeee!!!!

Olivia en mi bolso, su camarote de viaje. Iba apretadita, pero es una aventurera!
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Olivia en el autobús mientras llovía y no veíamos casi las montañas. 🙁
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Olivia en Oslo, jugamos con la nieve!
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Olivia en Hammerfest, ciudad más al norte del mundo.
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Olivia en Ulvik, en pleno Hardangerfjord
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Olivia en Bergen.
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Olivia en Avaldsness, donde llegaron los primeros vikingos y nació Noruega. ¡Se palpaba la Historia!
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Olivia en Cabo Norte.
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Olivia cenando por ahí, encontrando compañeras cabras que tocan blues!
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Noruega

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Noruega es un derroche de naturaleza en su estado más apabullante y sobrecogedor. Noruega es ártica, acuática y quita la respiración. Conducir por los parajes helados, entre cielos azules, casas de colores, arcoiris ocasionales y magia escondida.

He pasado 10 días en Noruega, mezclando trabajo y placer y he vuelto enamorada de esas tierras, ese respeto por sus recursos naturales, hábitos de vida basados en las pequeñas cosas de la vida, la serenidad palpitante en el hielo, las luces del norte esperando embriagarte de asombro. Noruega es contactar con lo más puro, el agua, la tierra, fundiéndose en una primavera efervescente. Mezclando rios con aguas marinas en fiordos asombrosos, enseñando esculturas paisajísticas resultado de las contorsiones de la tierra miles de años atras.

He «encontrado el norte», pisando las tierras habitadas más al norte del mundo, hecho más bien anecdótico pero igualmente placentero. Sentir que vas más allá, poder observar el que fue considerado el fin del mundo con la misma fascinación que miro el abismo de Finisterre en Galicia. Imaginar los barcos vikingos sucando la entrada al norte (North-way), nacimiento de Noruega, en Avaldsness, cerca de Haugesund.

He conducido un trineo de perros, me he dejado abrazar por ellos, he entrado en el hotel de hielo (fascinante), he visto degustado una cena Sapmi para luego escuchar sus cantos y he visto las luces del norte (aurora boreal) en un mismo día. Podría haberme muerto de éxtasis! 🙂

Pronto Olivia os contará su versión del viaje. Mientras tanto, una imagen vale más que mil palabras, y aquí van las imágenes más representativas de los días pasados.
Lo decíamos ante ayer, viajar es vivir con los 5 sentidos.

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Viajar

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Vista aérea de las tierras árticas desde el avión -y mi actual wallpaper!-.

Me cuesta definir la sensación de libertad que me recorre cuando echo a andar y emprendo un viaje. Es como un caminar hacia mi misma, sentir que soy más plena cuanto más descubro y experimento. Una espiral girando hacia dentro.

Viajar te llena de Vida, con mayúsculas. Así, sin muchas más palabras. Viajar es explorar, desenvolver este mundo que es un regalo para nosotros. Tanto por ver, tanto por sentir, tanto por caminar.

Soy afortunada y reconozco que tengo la dicha de poder viajar mucho; dedicarme a una profesión en la que una maleta me acompaña. Cierto es que ha sido mi decisión y me ha requerido esfuerzos y aprendizajes. (No me gusta ese ¡que suerte tienes! como si todo en la vida fuera casual y cayera del cielo. A veces lo merecemos, a veces lo luchamos, y luego lo conseguimos. )

Sea por lo que sea, mi destino es viajar. Hace años que lo hago y lo sufro en las separaciones de amigos y familia; cada vez asumo mejor las distancias y me ilusiono más con los reencuentros. Cada día valoro más el descubrimiento y la exploración en si mismos, vaya sola o acompañada, en unas condiciones u otras. Tener la fortuna de echarme a andar sobre la nieve, trepar por las rocas, saborear las aguas del Ártico y fantasear con ir siempre más allá de mis propias fronteras.

Hay mil maneras de viajar, es más bien una actitud ante la vida. Podemos explorar territorios cercanos con la misma intesidad que recorreríamos paises exóticos. Ayer paseando en bici cerca de mi casa me fascinaba la puesta de sol y los contornos mediterráneos, como hace unos días podían fascinarme los fiordos en Noruega. Viajar y explorar no siempre requieren desplazamientos kilométricos.

Como hacen los peregrinos, con la mochila a cuestas se puede descubrir todo un universo de sensaciones, fuera y dentro de nosotros.

Dice Nubla que ella solo lleva una maleta y un perro y no va muy desencaminada en que no necesitamos mucho más, un mapa quizá, nunca viene mal! No todos los caminos están indicados con flechas amarillas! 🙂


PS: Pronto fotillos de los últimos Oliviajes!

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Comienzan los Oliviajes

Ya he comenzado mi ajetreo laboral intenso de primavera. Ahora mi estonosepara habitual cobra más fuerza y se que me plantaré en el verano casi sin darme cuenta. Tras haber visitado Berlín y Amsterdam en las dos semanas pasadas, ahora le toca el turno a Noruega. Es un viaje que aunque basado en el trabajo, tendrá momentos para el ocio y para descubrir lugares a los que nunca pensé que podría llegar.

A partir de ahora tengo una nueva compañera: Olivia. Es una cabra que me regalaron mis amigos por mi cumpleaños y será la cabra más viajera del mundo sin duda, porque a partir de ahora, la pienso llevar en el bolso allá donde vaya. El objetivo, aparte de compartir confidencias conmigo, es retratarla en lugares representativos. ¿Recordáis al gnomo de Amelie? Pues una cosa así…. 😉

A unas horas de tomar aviones, os dejo un adelanto de los primeros viajes de Olivia: Amsterdam:
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Y Madrid, merendando madroño…
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Estaré al otro lado, pero no sé si podré responder los comentarios como es debido.
Mientras tanto, ya sabéis, podéis pasar a tomar un te y comer magdalenas de la despensa.
Namasté, querid@s.

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Creciendo en Praga

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Con lo que a mi me gusta organizar y celebrar, no podía pasar desapercibido para mí misma el paso a una nueva década. Tras unos 20 escalando montaña y tomando el sol de la vida, llegué a los 30 entrando en un valle, observando la fortaleza de mis piernas y la adrenalina palpitante de la voluntad.

Praga fue el destino elegido para acompañarme en esta transición; sin duda no erré en la elección y se tornó una acompañante deliciosa y encantadora. Echándome a recordar, no puedo encontrar un viaje más perfecto en todos los vividos. Un viaje que de principio a fin fuese siempre bien: desde los transportes a todo lo acontecido. Todo parecía encajar como en un puzzle, en el mejor momento.

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Es posible que la actitud serena que tengo en este momento de mi vida ayudase a que encontrásemos lo mejor y saboreásemos tan intensamente cada segundo. Hacía mucho frío si, -1 fue la máxima y -9 la mínima en esos días. Sin embargo, era soportable e incluso divertido vestirse cada mañana como una cebolla y tardar 5 minutos en entrar o salir de un restaurante, tras la laboriosa tarea de quitar guantes, medios-guantes (sin dedos, muy ocurrente yo), bufanda, abrigo, gorrito… etc…

La vida me regaló ese alineamiento de planetas que nos acompañó durante esos días; Praga me regaló, a la misma hora que yo nací, un maravilloso confetti de nieve. Fue increible aquella sensación. Con algo de nieve acumulada, pinté un poco en el suelo, hice el mono cuanto quise y me lancé a desenvolver la ciudad. Después de comer, como postre y sorpresa, comenzó a nevar más fuerte y en ese momento sí que pegué botes (por eso creo que en vez de cumplir he rejuvenecido y estoy volviendo hacia atrás pero shhhh, no digáis na!). La nieve se pegaba a la bufanda y se colaba por mi cuello fría y traviesa, haciéndome reír, empañando mis gafas, llegando copitos a mis ojos, a mi lengua y a mi alma. Mmmm…. (lo recuerdo y sonrío)
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No solo Praga me sorprendió, también mis compañeros de trabajo se compincharon con mi acompañante y orquestaron una serie de regalos en forma de experiencia: una noche de Teatro Negro para la víspera del festejo, y una noche de Jazz, copas y cena en el día de mi fiesta. Escuchando a una gran artista checa, Leona Milla, en inglés y a un grupo muy popular en Praga, Jazz Q, disfruté de martini de mandarina, grapirinha, sidra de pera y demás bebidas «diferentes» que pude encontrar. Un sonido excelente y mientras tanto, copitos cayendo lentamente tras el cristal. Compañero inmejorable disfrutándolo todo a mi lado, serenidad inmensa. Momentos de perfección.

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3 días más siguieron de paseos y más paseos por una ciudad que se hace querer. Su arquitectura me encanta, no me canso de descubrir edificios curiosos, colores y lugares diferentes. No tiene grandes museos para mi gusto, no visité iglesias, ni monasterios ni otros lugares de interés. Simplemente la paseé incansablemente y quedándome con ganas de volver. Para saborear esa gastronomía, desarrollar una idea fotográfica que no me dio tiempo, tomar café frente al Moldava, volver a recorrer el puente de San Carlos, comprarme alguna lámina de Alphonse Mucha, hacer un crucero por el río, ver los jardines frondosos, y pasear pasear pasear…
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Haciendo un informe algo más formal, lo que más me ha gustado de Praga, además de sus calles y arquitectura es el encanto de la zona antigua, el magnetismo del puente de San Carlos (y eso que yo no soy de santos), la gastronomía checa (y eso que no me gusta la cerveza!) y los tranvías que surcan la ciudad y hacen de guías de excepción para mostrarte los recovecos de la capital de uno de los países más jóvenes del mundo.
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Praga llegó porque así tenía que ser, y con ella la serenidad de un silencio nevado de calma.
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Caricias de lava

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Hace poco más de un año que visité por primera vez Lanzarote y esta ya es mi tercera visita. Cuando llegué aquí por primera vez, reconozco que sentí cierto rechazo cuando vi la carencia de vegetación y un paisaje tan radicalmente opuesto al de mi tierra madre.

Sin embargo, poco a poco me iba cautivando el magnetismo de este lugar. Las extensiones de lava, los matices de los volcanes cuando las nubes pasan sobre ellos, los colores de la lava antigua mezclados con la lava joven, el océano envolviéndolo todo, el viento pasional arrancando suspiros de vida, la tierra roja bajo la lava negra que preserva su humedad, las olas devorando roca y arañando lava.

Hace poco llegué a la conclusión de por qué en este lugar encuentro tanto equilibrio. Son los 4 elementos que palpitan por igual a nuestro alrededor. Sintiendo el Fuego del volcán, que arde entre la Tierra que piso, mientras el Aire revuelve mi pelo constantemente y mis manos buscan la sal de las Aguas atlánticas.

No me canso de acariciar esta lava negra reseca, de observar los perfiles sinuosos de los volcanes en el horizonte. A todo este sentir le sumamos el calor y dulzura de su gente, de nuestros Amigos y su generosidad y hacen que venir aquí sea como llegar a casa. A otra casa. Porque cuanto más vivimos, más casas tenemos, siendo nosotros siempre el hogar, llevando las raíces en nuestros pies.

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Si de Bélgica solo visita Bruselas, posiblemente se lleve una imagen del país muy distinta a quienes se dejan llevar por el encanto de las ciudades menores y pequeñas poblaciones. Ya tuve el gusto de explorar brevemente Gante y Brujas en mi última exploración belga en Mayo, y esta vez disfruté mucho del día escaso que pasé en Amberes.

Es una ciudad con encanto y mucho ambiente en las zonas de compras; una zona histórica embriagadora, la fascinante estación de tren con más de un siglo de historia, calles elegantes llenas de tiendas chic y agradables paseos. Esta vez me sorprendió su elegancia y me quedé con ganas de más. Salir a cenar, ir de compras y perderse por esas calles históricas es un plan para la próxima visita sin duda.

Todo aderezado con el perenne aroma a gofres que invade las calles comerciales y el encanto otoñal que disfruta de sus últimos días de reinado antes de la llegada de la navidad, y con ella el frío invierno.

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Bruselas

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Bruselas no me gustaba, después de habernos conocido el pasado mes de mayo, en otra visita de trabajo. Es bastante representativo que solo he hecho 3 fotos en 3 dias de estancia. No me encandila como otros lugares y al contrario, tiene muchas cosas que me echan atrás. Es ante todo una ciudad de contrastes.

En la zona centro, a escasos metros de la Grand Place, zona más historica y representativa de la ciudad, hay borrachos gritando y hablando solos, gente tirada en las calles y en los metros. Malos olores, dejadez y un escaso desarrollo turistico. La elegancia y el glamour se desplaza a otra zona de la ciudad, en crecimiento, que recuerda en ocasiones a un pequeño París. Se trata de la zona de Louise o el area de la UE. Se potencian los lugares que más pisan los mandatarios y se descuidan las zonas históricas.

A solo 2 paradas del metro del centro se encuentran zonas plagadas de mal ambiente, bandas extranjeras y bastante abandono. Llama la atención que junto a una de las principales estaciones de tren te de inseguridad caminar por la calle. La primera vez me encontre por sorpresa en esta zona, que desconocía, y ha sido la unica vez que me he sentido insegura en alguno de mis viajes laborales. Llamaba la atención verme con mi traje y mi maletín, caminando rápido e intentando pasar desapercibida.

En este viaje he podido descubrir esas otras zonas más elegantes, más cuidades y arquitectónicamente atractivas. Quizá ahora sí podría recomendar pasar más de un día en Bruselas. Lo que sí podría recomendar a la ciudad es una planificación turística en condiciones, pues entre tanta comisión europea, organismos, congresos y reuniones, se olvidan de impulsar un patrimonio, museos y desarrollo de las zonas históricas. Bruselas es mucho más que el famoso Meneken Pis o el Atomium, pero hay que saber mirar para descubrirla.

Gofres, chocolate, cosmopolitismo, descuido, corbatas, nieblas matinales que no se despejan, comida étnica, arquitectura, metros, tranvías.
Es mi resumen de estos días. Mañana una nueva cita con la ciudad, cena de despedida y…. Estonosepara….
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Y de metro en metro no puedo dejar de canturrear…

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Copenhague

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De nuevo el trabajo me ha traido a Escandinavia, lugar donde siempre me quedan mas y mas ganas de volver. Parece que cuanto más subo, más encuentro el norte… 😉

Hoy me he reconciliado con Copenhague. Ayer empezamos muy bien, con un bonito cielo rosa por la mañana. Y después, el cielo se enfurruñó (ya se sabe por aqui que es algo caprichoso), comenzó a llover, a hacer frío…. y yo no podía ver mucho más allá de mi sombrero de lluvia (para qué paraguas! soy una gallega valiente!). Terminé mi jornada laboral solo con ganas de retirarme a mis aposentos.

Hoy sin embargo, el día se mantuvo un poco tonto, chispeando a veces, frío, como no, pero no ventoso. Así se llevaba mejor… Pude mirar al cielo y echarle piropos. Descubrir parques escondidos, con colores de otoño, pequeños lagos…. Encontré un puerto maravilloso entre las brumas de la mañana. Veleros que podrían contar mil historias, casas de colores, pescadores… Casi llegaba el aroma a vida y a mar que se respiraba en el pasado. Hoy las terrazas dominan esas mismas calles donde se repartía el pescado; hoy los daneses cuidan con mimo cada rincon de su preciosa ciudad.

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Llegó el premio al trabajo, al optimismo, a la alegría, a las canciones que me canto por la calle. Salió el sol para mí y solo para mí. Claro que los daneses no sabían todo el poder que ejerzo sobre la ciudad…. Mejor que no lo sepan. La gente estaba más contenta. Las bicis con carritos llevando 3 o 4 niños dentro trotaban alegremente, trafico de bicis mayor que de coches. Divina sostenibilidad. ¡Cuanto por aprender!

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Y pensar que el día empezó así…
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Y si amanece por fin…

Cuando una madruga para trabajar temprano, a veces se encuentra estas recompensas…
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Amsterdam. Oct.2010.